lunes, 21 de marzo de 2011

SERPENTARIO

Ya casi eran las 4 de la tarde, cuando decidimos emprender un largo camino con destino al serpentario, una granja que alberga serpientes de distintas razas, distintos tamaños y colores, en Tingo María.
Caminábamos a paso largo, soportando la furia del sol y la benevolencia de la naturaleza que nos recibía con los hermosos sonidos que las hojas hacían al chocar entre ellos. Ya llevábamos una hora caminando y sudando la gota gorda, hasta que de pronto divisamos un enorme letrero con resaltantes letras rojas que decían “Bienvenidos al serpentario”.

Un niño, un poco paliducho, con la barriga abultada por la desnutrición que llevaba, gritaba a viva voz ¡compre su entrada para ver a las mejores serpientes de todo el Perú!, la verdad que eran varios niños que jalaban gente pero el que más llamó mi atención fue ese niño paliducho con su sonrisa y mirada tierna.
Compramos dos entradas y caminamos con dirección a la granja, el niño que nos guiaba era el mismo paliducho que jalaba a la gente, su negocio era eso, jalar gente y guiarlos, mientras caminábamos detrás de él mirábamos a una anaconda que dormía plácidamente en la baranda de la jaula, cuando la toqué, sentí su piel tan suave que mi mano se deslizo con temor fuera de la jaula.

Caminábamos visitando cada jaula que encontrábamos a nuestro paso, serpientes de diferentes colores y tamaños nos daban la bienvenida sacando la lengua, algunas daban unas volteretas llamando la atención para verlas, su piel tornasolada reflejaba los hermosos colores del arco iris.
Terminamos exhaustos y contentos de ver tanta maravilla que Dios creó, fue una experiencia maravillosa por lo que anhelo volver pronto y seguir con mi tours.

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